Autora: Sara Brik (Furor Uterí)
Muchas eran las ganas de participar en este primer festival que las chicas de Zorras Peligrosas se han lanzado a organizar, el Peligrosas FemFest. Fecha elegida: un caluroso viernes 30 de junio. Lugar: un habitual para ellas, el Magazine Club. Y digo habitual porque aunque sea su primer festival no son ningunas desconocidas: son responsables de la edición y distribución del fanzine Zorras Peligrosas, seudónimo bajo el cual también han organizado algunos eventos. Vamos, que son todas unas veteranas para nosotras las locales.
Este fanzine feminista, con una estética cuidada a todo color y con una calidad de impresión muy superior a lo que estamos acostumbradas, nace “ante la imperiosa necesidad de mostrar al mundo lo que las mujeres creativas son capaces de hacer”, según sus propias palabras. Un libelo, fruto de sus propias creaciones y colaboraciones de otras, que lucha por un claro objetivo: “visibilizar el trabajo de mujeres en el ámbito creativo, donde existe una desigualdad latente”. Y vaya si lo hacen: con un segundo número recién sacado del horno bajo el brazo estas chicas se han ganado el respeto, admiración y amistad de muchas de nosotras.
Tras la prueba de sonido abre concierto Presas del Produkto, un grupo castellonense que a pesar de lo jóvenes que parecen ya cuentan con varios años rulando por escenarios y con una maqueta a sus espaldas. Un grupo punk de toda la vida: letras agresivas directas a la yugular, crítica social, guitarras sucias, temas coreables… la delicia de las punks más clásicas. Sin embargo, a diferencia de tantos grupos de punk que empezaron a estas edades y lo vivieron como algo pasajero, ellas han apostado por lo que hacen y ahí siguen. Y todo esfuerzo tiene su recompensa: sonaron más compactas, más directas, y esa mejora se notó en los temas nuevos. Una batería con ritmos básicos del rock a momentos ska, divertidos y vacilones; una bajista y voz principal más segura, con un sonido de bajo limpio y esporádicas escalas que nos recordaban al más puro estilo Kortatu; una guitarra distorsionada que bien podría ser propia de un directo de Eskorbuto.
Entre un repertorio de más o menos media hora y una versión de la típica “Me gusta ser una zorra” de las Vulpess (no podía ser menos), hicieron una lectura muy original de un texto preparado para la ocasión. A momentos hablado y a momentos casi rapeado, hablando a turnos, quisieron contestar a una serie de “insultos” que sufren las mujeres. Uno de los momentos más intensos de su actuación sin duda.
Más tarde vivimos el momento más oscuro del concierto: el trío alicantino Rosy Finch sube al escenario y con él su stoner que nos dejó a muchas con un muy buen sabor de boca. Con un sonido muy cuidado, este grupo ha dejado poco ruido al azar: un batería que iba clavado con pocos elementos pero exprimiéndolos al máximo, ritmos variados pero cediendo espacio para las catarsis instrumentales, muy bien jugado; una bajista que alterna púa y dedos según cada tema y unos coros que dan en el clavo; una guitarra con muchos pedales muy bien utilizados y un chorro de voz que irradiaba mucha fuerza.
Con una gran interpretación, creyéndose lo que hacían. Un grupo que bebe en su sonido de influencias como Electric Wizard y otros ritmos más propios del Grunge; a ese sonido luchado por las chicas de Bala. Rosy Finch son una banda que apunta maneras y altas miras, y no sorprendería encontrarlas en grandes festivales próximamente.
Soledad Vélez tocó en último lugar. Y bien pensado su nombre la define: ella sola se basta y se sobra para llenar el escenario. Nada más empezar todos podemos sentirlo: esa fuerza que irradia, esa personalidad que no necesita de asentimientos, de esas personas que despiden un aura especial. Y es que te guste la banda o no, ese magnetismo todas podíamos sentirlo.
La más veterana del cartel y con varios discos a sus espaldas, de origen chileno y afincada en Valencia, tocó un repertorio variado en el que pudimos encontrar temas que iban desde su época más folk a otros más electrónicos, evolución hacia la que se dirige esta artista. Su voz es su sello, y con ella, una guitarra eléctrica, un órgano y una mesa para lanzar bases, realizó un set extenso en el que se dejó llevar y disfrutar, una muy buena actuación y calidad a la que ya tiene acostumbrado a su público.
Y para cerrar la velada… ¿qué mejor que una rifa? De esas de toda la vida, para apoyar la escena y colectivos cercanos. Uno de esos momentos que me flipan, en los que el público pasa a ser el protagonista y llega el momento del gamberrismo entre compañeras, envidias sanas, voces a gritos de “tongo” y reparto de regalos sorpresas. A destacar unos pasamontañas muy molones hechos a mano por ellas mismas (con pedrería y todo) al más puro estilo Pussy Riot. Brutales.
Una noche muy agradable. Un festival en el que el ambiente fue muy respetuoso, los conciertos sonaron de lujo, donde todo estuvo bien organizado, con público suficiente para que saliera bien y también para que la gente pudiera disfrutar. Esperemos que el curso que viene se lancen a repetir (pasamontañas incluidos). Enhorabuena Zorras.
S.Brik
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