También era domingo. Janis nunca llegó al estudio a grabar «Buried Alive in the Blues». El 4 de octubre de 1970, su productor Paul Rotchild se preocupó por la ausencia de la artista y cuando sus compañeros fueron a buscarla, la encontraron muerta en la habitación de su hotel. La autopsia habló de muerte accidental por sobredosis de heroína.
Janis Joplin entraba así al club maldito de los «27» y su mítica voz se apagaba antes de tiempo, dejando otro duelo al mundo del rock y el blues, que aún lloraba la pérdida de Jimmy Hendrix 16 días antes.
Joplin fue figura polémica por su estilo de vida, fiel reflejo del lema del rock: sexo, drogas y rock & roll. Esto ha hecho que muchas de las reseñas sobre la artista tiren mucho del hilo del morbo. Aún a día de hoy, nos encontramos con artículos donde se obvia el legado artístico de Joplin, unos incluso tan desafortunados como el firmado por Javier Blanquez en El Mundo hace unos días «en memoria de la artista», donde entre mentiras e historias de alcoba el periodista parece obviar que Janis Joplin hacía música.
Hoy, en MYM, nos queremos acordar de Janis Joplin con el mejor regalo que nos dejó: su música. Y aunque muchos de sus temas fueron versiones, a las que insufló la potencia de su interpretación, hoy nos quedamos con uno de sus temas, escritos por ella junto a Michael McClure y Bob Neuwirth.